Cuando éramos críos teníamos héroes de celuloide y armas de cartón. Teníamos amigos para siempre, pocos dientes y pantalones con barro hasta las rodillas. Éramos valientes para trepar, saltar y pelear, capaces de compartirlo todo y de hacer promesas irrompibles. Cuando éramos críos sonreíamos hasta después de llorar. Nos fijábamos en los buenos y nuestra misión era acabar con los malos sacudiendo los brazos con el índice estirado y haciendo ruido con los mofletes. Nunca era tarde para jugar, y la imaginación era nuestra casa habitual.
Para todos esa época tiene nombre de década, pero algunos tenemos suerte porque tuvimos dos décadas y encima el tener hermanos mayores nos hacía partícipes de cosas que ni siquiera recordaríamos si no fuera por sus carpetas forradas, sus posters intocables en la habitación, sin su música en cassetes grabadas de la radio o sus camisetas desgastadas.
Ese recuerdo de unos años a los que todos miramos con una sonrisa, es lo que he visto hoy en una película inglesa y sencilla, en una película que pasó desapercibida por nuestros cines y que ahora sale en dvd.
Para verla y disfrutarla. Cuenta la historia de dos amigos muy distintos. Will, que pertenece a una secta puritana que le impide tener una vida como la del resto de sus compañeros, pero no le quita tener una imaginación como pocos. Por otro lado, Lee Carter, cabronías de mucho ‘cuidao’. Juntos y emocionados por el papel de Stallone en Acorralado, deciden rodar una película para un concurso de la BBC. Los dos chavales protagonistas, actúan por primera vez en cine pero son unos grandes. El director, Garth Jennings, que para gustos colores, pero a mi su adaptación de la novela La guía del autoestopista galáctico me gustó. Y sin más que decir, que estas cosas lo que hay que hacer es verla.
Y yo mientras tanto, aquí sigo, como siempre en mi azotea bostoniana.
No te cortes. Habla