El año pasado, yo trabajaba en Salero, con Cristian, Puskas, Iñaqui y Car. Allí, además de becario, era el coordinador de redacción (que bien queda el título) de una revista que íbamos a crear para un cliente que se llamaba MADcity. No pongo el link de la revista en cuestión porque el cliente, que no se caracteriza por sus virtudes visto lo visto, se la llevó cuando ya tenía preparado el breafing, el diseño, el número 0 para los cliente y prácticamente el número 1. Pero bueno, me acabo de encontrar con este reportaje que salió en el primer número y que en realidad aunque no sea bueno ha sido mi primer reportaje de prensa escrito que me publican, y eran cuatro o seis páginas, que no estaba nada mal para empezar. Ahí lo dejo que diría Nico.
Conseguir que uno de los cientos de indigentes que viven en las calles de Madrid sonría es una de las muchas cosas que se pueden hacer en nuestra ciudad por los demás sin apenas esfuerzo. Dedicar un poco de tiempo a hacer algo que devuelva la alegría a la gente que lo necesita a nuestro lado es una de las propuestas de la ONG Cooperación Internacional con su campaña “Desayuno Solidario”.
Álvaro, Jorge, Javier, Alfredo y Pablo son cinco de los muchos jóvenes que han decidido madrugar esta mañana para dar a los indigentes del barrio de Salamanca un pequeño desayuno, un poco de conversación y una sonrisa. A eso de las nueve ya están en la sede de Cooperación Internacional para que les den unos termos de café preparado allí mismo y bolsas de bollos y les indiquen un itinerario para encontrar a esa gente que hace mucho que no recibe la sonrisa de un desconocido.
Desde la ONG se les dan unas pautas para que sepan que es lo que se van a encontrar en esta mañana solidaria. La gente con la que van a hablar, los “sin techo”, personas a las que el desempleo, la falta de medios económicos, los problemas de salud, la ruptura de vínculos y apoyos familiares y sociales, el alcoholismo y muchas otras desagradables circunstancias van dibujando su perfil.
Todos los que lo salen hoy a la búsqueda de “sonrisas sin techo” han hecho esto más veces, saben todo lo que se pueden encontrar. Igual que hay gente a los que van a hacer feliz aunque sea por un día, pueden toparse con gente que no quiera nada, ni siquiera que se les mire, por eso los responsables de la campaña les recuerdan que les tienen que tratar con todo el respeto que puedan, su situación es dura y hay que intentar entenderles.
A los cinco chicos a los que acompañamos les ha tocado un itinerario que ya conocen porque no es la primera vez que hacen esta acción de voluntariado, se les nota sobre todo en la actitud y decisión que demuestran a la hora de ponerse a hablar con los indigentes. Da igual su imagen, da igual si tienen deformaciones físicas, allí van, directos a darles un rato de conversación, algo que esa pobre gente agradece muchísimo más que los pocos céntimos que pueden darles a lo largo del día. Para comprobarlo no hay más que mirarles a los ojos.
Fernando lleva casi cuatro años viviendo en las calles de Madrid, y desde hace año y medio le acompaña Blaky, un precioso perro cruce entre mastín y pastor alemán qué encontró recién nacido debajo del puente de Juan Bravo. Desde entonces son inseparables, tanto que dice que no va a dormir a los albergues municipales porque no dejan que su perro entre con él, “sólo nos separaremos cuando uno de los dos se muera”. En cuanto le ofrecen un café y unos bollos, a Fernando le cambia por completo la cara y se anima.
Nació en Portugal y ha vivido mucho tiempo en Alemania, pero para él “Madrid es el mejor sitio para vivir aunque sea en la calle”. Tiene tres hijas a las que no ve desde hace mucho tiempo, viven en Alemania con su madre y aunque las echa de menos, ahora para Fernando, su familia es Blaky, su único compañero en el último año y medio. Tras veinte minutos hablando con los cinco amigos que se han sentado a su lado, promete que nunca se olvidará de ellos.
Esta actividad solidaria no tiene porque hacerse con una ONG, es más, los responsables de la campaña animan a que la gente la haga por su cuenta, y lo que ellos organizan sirve más a los participantes para saber que se pueden hacer cosas por los demás de manera sencilla, sólo hace falta una mañana con amigos, unos termos de café y unos cuantos bollos para hacer felices a unas pocas personas.
Las historias con las que uno se encuentra mientras sirve cafés sentado a las puertas de las mejores tiendas de Serrano, Goya o en la misma Castellana, son increíbles. Vidas rotas por una pérdida, razones que se nos escapan para dormir en la calle y a veces incluso lágrimas en los ojos de quienes no tienen más que el cartel con el que piden limosna y una manta roída por el paso del tiempo. Alfredo por ejemplo vive, durante los días que hace mucho frío, en el paso subterráneo de Colón.
No quiere que le hagan fotos, le da “mal rollo salir en una revista”, pero si que agradece mucho que cinco chavales casi de su edad se sienten con él en el suelo y le animen la mañana. Cuenta que no le gustan los albergues porque “te despiertan muy pronto, como a las siete y media, y a las ocho o así te tienes que ir y ¿qué haces a esas horas?” Por eso, prefiere la calle aunque pase frío para dormir por las noches. Además, hace poco tuvo la suerte de encontrarse con un amigo en la Plaza de España que le llevó a su casa un rato y le dio un saco de dormir, “Con esto me vale, así ya estoy calentito”, dice Alfredo tumbado sobre unos cartones con sus zapatillas como almohada.
Durante toda la mañana solidaria una de las cosas que más sorprende es mirar como se para la gente entre compra y compra para mirar con una media sonrisa como cinco chavales están sentados en la calle junto a un indigente hablando y compartiendo un desayuno. Alberto Muñoz, director de comunicación de Cooperación Internacional que nos acompaña durante nuestro recorrido, habla de esta situación como de una labor indirecta que se hace con esta campaña, porque la gente que antes ni siquiera se fijaba en los pobres que piden a sus pies, ahora se puede concienciar un poco y ver que hay gente que se preocupa por los demás con un pequeño gesto.
En Serrano con Ayala, el corro de gente es de más de diez personas, la estampa que miran es chocante en la zona en la que están. Cinco chicos alrededor de una señora que sujeta el café que le acaban de dar, llorando mientras les cuenta su historia. Ya no le queda nada, ser gitana y viuda es perderlo todo, además es asmática y diabética, lo que no le facilita nada las cosas.
Tras unos quince cafés en las calles de Madrid, la última parada del recorrido es con un señora que pide tiritando en la Plaza de Felipe II, con unas pocas palabras llega directa al corazón de los chavales que le ofrecen el desayuno. Cuando ya se estaban yendo ven que no se toma el café, que lo agarra con fuerza para calentarse las manos, así que le ofrecen otro para que después, a lo que ella, casi en un susurro, les sonríe y les dice “con uno me vale, de verdad, que seguro que hay más gente por ahí que también lo necesita”. Ver esto, no tiene precio, presenciar como alguien que no tiene absolutamente nada es capaz de sacar toda su generosidad. Esta señora, sin pretenderlo ha dado una de las lecciones de humildad más grande con la que se han cruzado en toda su vida los cinco amigos que hoy han decidido hacer algo por los demás.
Viendo esta campaña me acuerdo de cómo Audrey Hepburn llega en Taxi a primera hora de la mañana a Tiffany’s y mientras observa las joyas del escaparate se come un bollo y se toma un café con la música de fondo de Henry Mancini en Desayuno con diamantes. Una escena mítica en la historia del cine que se repite ahora en pleno barrio de Salamanca gracias al proyecto de Cooperación internacional y al espíritu solidario de gente como Álvaro, Jorge, Javier, Alfredo y Pablo.
No te cortes. Habla