Oye, tengo pulpo.
Ocho de la mañana de un viernes sin agua en Jaén y yo en Méndez Álvaro después de haber dormido dos horas que no quería dormir. En ¡Alburquerqueeeeee! la noche se resume en bises a un ensayo de Amarillo, desmayos de ron y peticiones de no sonar nunca en los 40. Alguien dice: ¡Qué suerte!
Dos y media de la tarde en Badajoz. Paella, pescado, helado y café a cambio de un cansancio que imposibilita el taxi. No hay más remedio que hablar con el que vende los billetes, con un patriarca gitano venido desde Mérida o con un yonki que recoge firmas. Las buenas amistades siempre fueron lo mío.
Tinto de verano, bocadillos, ron y cerveza que nunca se acaba. Lori Meyers a saco y abajo del escenario una actuación lamentable: ¿Laura Alonso? Carrera y zancadilla divina. No fui el único, pero no hubo explicación. Letras gigantes a las que acudir de vez en cuando a jugarse la vida. Venden discos rotos y hay dos por uno en camisetas. Todo sea por el pop. Doscientas cincuenta fotos y curiosidad.
En Salamanca no entienden que nosotros seamos del CSC y contemos con Virenque en nuestras filas. Los chicos del Saunier Duval y Riccó flipan con las pupilas naturales y los acuerdos hechos en grupo.
Sacrificamos un concierto porque hoy toca Deluxe. La Voz encima del escenario. Nunca había visto algo como lo de esa noche. Quiero un paseo en bicicleta por la playa de Riazor en la banda sonora de mi vida. Que no acaben los conciertos así, que siga toda la noche tocando.
El resto como en un bar. Los de la barra invitan a todos. Saluda la gente de ayer y hay consulta política sobre Cataluña en el Congreso. Despertar y ver un paraguas verde de subidón, falta la bicicleta para que sea el fin de un viaje infinito. Con visiones inexplicables desde una silla y con un desayuno a base de maíz, fuet y zumo a nuestro lado. Nosotros tiramos de vitamina C.
Piscina, sueño, tiendas que no cierran y un perro flauta que se nos une y se queda con una de nuestras toallas.
La vuelta (párrafo a parte):
Vamos en Delorean. Primera parada a veinte kilómetros y sueño a la sombra de las gallinas, en la orilla de alguna playa interior en la que se pone el sol y los patos hacen pie. Nos ofrecen oreja y conejo mientras esperamos la trashumancia y a celebrar el pase a la siguiente ronda en la plaza del pueblo.
Treinta o cuarenta paradas más por la vasta geografía española. Suerte que tenemos a Labordeta en el coche. ¡Un monumento a nuestro conductor y Huracán particular! Hay quien sueña con trabajar en la Academia de la Televisión y hay quien sueña con más temas de conversación para que el cerebro responda.
Fuimos conocidos por todos. Fuimos contemporáneos a algo durante unos días. Fuimos grandes y no será la única vez que lo seamos porque esta vez fue la pretemporada. Nos esperan el año que viene. Nos esperan dentro de dos tocando, haciendo fotos y presentando.
Hay una canción que se convirtió en himno: Lejos de casa de Amarillo:
Yo estuve en Contempopránea dos mil ocho con cuatro jefazos.
Y mientras tanto, yo aquí sigo como siempre en mi azotea.
No te cortes. Habla